Hace un año me sorprendió en clase de bioquímica del sistema nervioso el comentario de un artículo científico en donde se evaluaban la efectividad de dos fármacos antidepresivos, y dos técnicas de psicoterapia en un estudio con placebo, doble ciego. Mientras la profesora se concentraba en comparar las técnicas terapéuticas con los fármacos, a mi me sorprendió la capacidad del placebo para curar, era efectivo en un 40% de los casos, las otras técnicas en un 60% aproximadamente.
Una pregunta me acosaba: si el 40% se curan con caramelos... ¿por qué no dar caramelos a todo el mundo? a modo de criba. Aquellos para los que no fuera efectivo podrían pasar a fármacos más potentes... ¿Por qué los médicos no disponen de placebos para recetar en aquellos casos que determinen oportuno? La respuesta no es sencilla, e intentaré explicarlo en las líneas que siguen. Lo sorprendente del caso es que, tras investigar un poco, vi que el poderoso placebo se vuelve cada vez más efectivo.
Los orígenes del placebo se remontan a las mentiras de una enfermera del ejército durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas aliadas atacaron las playas del sud de Italia. La enfermera ayudaba a un anestesista, Henry Beecher, que atendía tropas americanas bajo bombardeo alemán. Cuando la morfina se terminó, la enfermera inyecto a un soldado herido una solución salina, diciéndole que estaba recibiendo un potente anestésico. Sorprendentemente, la inyección alivió la agonía del soldado y le previno el shock.
Cuando volvió a su trabajo en Harvard, Beecher se convirtió en uno de los impulsores en la reforma médica. Promovió un método para comprobar si las nuevas medicinas eran realmente efectivas. Hasta entonces las farmacéuticas probaban en voluntarios los fármacos experimentales hasta que los efectos secundarios sobrepasaran los supuestos beneficios. Beecher propuso comparar los sujetos que tomaban el nuevo fármaco con otros que tomaban placebo, para saber así si lo que provocaba la mejora era realmente el fármaco..
En 1955 en un paper titulado "The Powerful Placebo," publicado en The Journal of the American Medical Association, Beecher describió como el efecto placebo había interferido en los resultados de más de una docena de ensayos, mostrando mejoras que habían sido erróneamente atribuidas al fármaco en pruebas. Demostró que el acto de tomar una pastilla es terapéutico en sí mismo, e incrementa los efectos curativos de la medicina. Sólo comparando la medicina con un placebo podrían obtenerse datos sobre la capacidad de curación real.
En 1962, justo tras el incidente de la Thalidomida, que causó deformaciones en recién nacidos. El Congreso de EEUU incluyó las sugerencias de Beecher, creando los RCT (Randomized Control Trial): ensayos seleccionados al azar, doble ciego y controlados con placebo. Los voluntarios recibirían el fármaco o una pastilla de azúcar, sin que los supiera el doctor ni el paciente hasta el final del ensayo. Hoy día, para que un nuevo fármaco sea aprobado, tiene que vencer al placebo al menos en dos ensayos autentificados.
Y aquí reside la paradoja: los descubrimientos de Beecher ayudaron a curar el establishment médico de la superchería o charlatanería descarada. Pero al mostrar el placebo como el villano a vencer en los RCTs, acabó demonizando su descubrimiento más importante. El hecho de que una simple cápsula de azúcar pudiera estimular el mecanismo de recuperación del cuerpo se convirtió en un problema para las farmacéuticas en vez de un fenómeno para comprender mejor los procesos de curación y como conducirlos con mayor efectividad.
Claro, que gracias a eso, hoy tenemos antitumorales que son efectivos, independientemente de las maneras del oncólogo al tratar al paciente. Pero también es cierto que no aprovechamos el poder del placebo... No aprovechamos la influencia del acto de ponerse en manos del médico. Quizás por eso crezcan tanto las medicinas alternativas...
Lo que Bleecher no pudo prever es el crecimiento de la industria farmacéutica. Cuando la Big Pharma empezó a promover remedios para la panoplia de desórdenes que están íntimamente ligados a la función cerebral se encontraron con otra insidiosa sorpresa: ¡El efecto placebo era más efectivo que nunca!
Continuará...
Una pregunta me acosaba: si el 40% se curan con caramelos... ¿por qué no dar caramelos a todo el mundo? a modo de criba. Aquellos para los que no fuera efectivo podrían pasar a fármacos más potentes... ¿Por qué los médicos no disponen de placebos para recetar en aquellos casos que determinen oportuno? La respuesta no es sencilla, e intentaré explicarlo en las líneas que siguen. Lo sorprendente del caso es que, tras investigar un poco, vi que el poderoso placebo se vuelve cada vez más efectivo.
Los orígenes del placebo se remontan a las mentiras de una enfermera del ejército durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las tropas aliadas atacaron las playas del sud de Italia. La enfermera ayudaba a un anestesista, Henry Beecher, que atendía tropas americanas bajo bombardeo alemán. Cuando la morfina se terminó, la enfermera inyecto a un soldado herido una solución salina, diciéndole que estaba recibiendo un potente anestésico. Sorprendentemente, la inyección alivió la agonía del soldado y le previno el shock.
Cuando volvió a su trabajo en Harvard, Beecher se convirtió en uno de los impulsores en la reforma médica. Promovió un método para comprobar si las nuevas medicinas eran realmente efectivas. Hasta entonces las farmacéuticas probaban en voluntarios los fármacos experimentales hasta que los efectos secundarios sobrepasaran los supuestos beneficios. Beecher propuso comparar los sujetos que tomaban el nuevo fármaco con otros que tomaban placebo, para saber así si lo que provocaba la mejora era realmente el fármaco..
En 1955 en un paper titulado "The Powerful Placebo," publicado en The Journal of the American Medical Association, Beecher describió como el efecto placebo había interferido en los resultados de más de una docena de ensayos, mostrando mejoras que habían sido erróneamente atribuidas al fármaco en pruebas. Demostró que el acto de tomar una pastilla es terapéutico en sí mismo, e incrementa los efectos curativos de la medicina. Sólo comparando la medicina con un placebo podrían obtenerse datos sobre la capacidad de curación real.
En 1962, justo tras el incidente de la Thalidomida, que causó deformaciones en recién nacidos. El Congreso de EEUU incluyó las sugerencias de Beecher, creando los RCT (Randomized Control Trial): ensayos seleccionados al azar, doble ciego y controlados con placebo. Los voluntarios recibirían el fármaco o una pastilla de azúcar, sin que los supiera el doctor ni el paciente hasta el final del ensayo. Hoy día, para que un nuevo fármaco sea aprobado, tiene que vencer al placebo al menos en dos ensayos autentificados.
Y aquí reside la paradoja: los descubrimientos de Beecher ayudaron a curar el establishment médico de la superchería o charlatanería descarada. Pero al mostrar el placebo como el villano a vencer en los RCTs, acabó demonizando su descubrimiento más importante. El hecho de que una simple cápsula de azúcar pudiera estimular el mecanismo de recuperación del cuerpo se convirtió en un problema para las farmacéuticas en vez de un fenómeno para comprender mejor los procesos de curación y como conducirlos con mayor efectividad.
Claro, que gracias a eso, hoy tenemos antitumorales que son efectivos, independientemente de las maneras del oncólogo al tratar al paciente. Pero también es cierto que no aprovechamos el poder del placebo... No aprovechamos la influencia del acto de ponerse en manos del médico. Quizás por eso crezcan tanto las medicinas alternativas...
Lo que Bleecher no pudo prever es el crecimiento de la industria farmacéutica. Cuando la Big Pharma empezó a promover remedios para la panoplia de desórdenes que están íntimamente ligados a la función cerebral se encontraron con otra insidiosa sorpresa: ¡El efecto placebo era más efectivo que nunca!
Continuará...
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