
Aforestar es plantar árboles donde no los había. Ésta técnica, que parece una de las soluciones más lógicas para capturar CO2, acaba de recibir una advertencia: los nuevos árboles pueden modificar considerablemente los procesos hidrológicos de la zona.
Dos investigaciones diferentes han asociado la mayor transpiración de los árboles respecto a las praderas, a la disminución de caudal base de los arroyos. Los autores sugieren que al aforestar debemos escoger muy bien que especies debemos plantar y en que zonas hacerlo, si no podría llegar a tener un impacto importante sobre los suministros de agua de la población.
Añado yo, que a largo plazo, la mayor transpiración probablementa también atraerá más precipitaciones sobre la región; aunque no encontré bibliografía al respecto. De todos modos, la noticia nos recuerda que no es sencillo reproducir aquello que la naturaleza ha conseguido como resultado de millones de años de evolución.
Fuente
nature news